Una sala de entrada amistosa con suelo de coco,
techo de madera y un banco forman la apertura
a una vida interior inesperadamente diversificada.
Una pasarela larga y brillante, acristalada a am-bos
lados, con hermosas lámparas redondas que
recuerdan una volea amistosa, conduce directa-mente
a toda la casa, hasta la ventana cuadrada
que se sitúa al final del pasillo. Bajo los faroles de
luz del pasillo se encuentran los armarios, que ac-túan
como un elemento necesario y diferenciador
entre los tres grupos, la sala de movimiento y el
comedor. A 2.50 metros de altura, se articulan
claramente como espacios de servicio y se abren
a ambos lados: el pavimento de asfalto activo y
el jardín con sol mañanero en el sureste. Marion
Moosbrugger von Landrise lo diseñó con una pe-queña
pared de piedra, un columpio para niños
pequeños y mucho más. En la terraza cubierta se
encuentran varios cuartos de armarios altos don-de
los niños pueden guardar juguetes y utensilios
de jardín. Así, el espacio proporciona ritmo y es-tructura
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al edificio.